
Cuando Jen Larsen, decidió someterse a una cirugía de riesgo para la pérdida de peso, estaba convencida de que era su única opción, que sólo así sería una persona feliz.
Larsen luchó contra la obesidad desde la infancia, y sufría de depresión, el miedo y la ansiedad.
A los 13 años de edad, cuando entraba en la pubertad, Jen se dio cuenta de que su cuerpo era diferente en comparación a la mayoría de las niñas. Ella era más pesada, no iba bien en las clases de educación física, y no se sentía hermosa.
Y fue entonces que se dio cuenta de que su cuerpo no hacía lo que ella quería que él hiciera, no tenía el aspecto que ella quería, que ella realmente era diferente de la mayoría de las personas a su alrededor.
Desesperada, buscando una salida, ella pensó que la cirugía iba a transformar su vida.
En 2007, Larsen se sometió al procedimiento quirúrgico que redirigió sus intestinos y redujo su estómago para aproximadamente el tamaño de una banana.
Ella sabía que la cirugía podría traer complicaciones potencialmente mortales, pero lo que no entendía era como iba a hacer que se sienta.
Luego de la cirugía, Larsen estaba feliz con los resultados. «Yo estaba perdiendo peso tan rápido y las personas decían copias como ‘Oh, Dios mío, estás hermosa,’ y eso era todo lo que yo quería», cuenta.
Larsen continuó perdiendo peso, la disminución de su maniquí cada vez más. «Yo era casi una talla 34 – no podía perder más peso», dice ella. «Y me di cuenta de que estaba furiosa, que yo no podía ser menor.»
En total, Larsen perdió cerca de 90 kilos. «Yo era magra y terrorífico», cuenta.
Cuando Larsen estaba por encima del peso, ella pensó que eso era la peor cosa del mundo. Y ahora ella estaba realmente minúscula y, aun así, se sentía infeliz. «Yo no sé quién soy. Yo no reconozco mi rostro.»
Larsen trató de terapia, pero no podía evitar la sensación de ser un extranjero en su propio cuerpo. «Yo me sentí tan perdida», dice ella. «Completamente perdida, porque esta cosa que yo tenía la esperanza de que consertaria todo no resolvió nada».
Fue entonces que, para ayudar a Jen en su proceso de curación, el cineasta Jonas Elrod la llevó a una clase de artes marciales.
«Los diferentes tipos de ejercicios trabajan exclusivamente para que pueda transmutar su ansiedad y traer más confianza y tranquilidad para ti», cuenta su amigo Jonas.
Aunque al principio ella se sintiera incómodo con la idea de practicar artes marciales, Jen se sentía seguro al final de la clase. «No me importa más con mi antigua apariencia. Yo me siento bien.»
Hoy Jen Larsen cree que esta experiencia fue un gran paso para convertirse en su verdadero yo.
Usted cree que una persona no puede sentirse completamente feliz después de perder un peso que tanto la incomodara? Conoces alguna historia parecida? Un comentario a continuación!
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